El orgullo y la vanidad son pecados que acosan a hombres y a mujeres por igual. Estos son diligentes para llevarse esa gloria que se debe a Dios solamente.
El comienzo y el final de este capítulo nos llevan a la esperanza de que Nabucodonosor fuera un monumento del poder de la gracia divina y de las riquezas de la misericordia divina.
Después de que se recuperó de su locura, lo contó a lugares distantes y escribió para las edades futuras cómo Dios lo había humillado y restaurado con gracia.
Cuando un pecador vuelve en sí mismo de su locura (rechazo y enemistad con Dios), promoverá el bienestar de los demás, al dar a conocer la maravillosa misericordia de Dios. Nabucodonosor, antes de relatar los juicios divinos sobre él por su orgullo, dijo las advertencias que se le habían hecho en un sueño o una visión. El significado le fue explicado; La persona señalada para este juicio, debía ser menospreciada y apartada de su honor para luego ser privada del uso de su razón durante siete años. Este es seguramente el juicio más doloroso de todos. Cualquiera que sea la aflicción externa que Dios se complace en imponernos, tenemos motivos para soportarla con paciencia y agradecer que continuemos utilizando la facultad de nuestra razón (una mente cuerda) y la paz de nuestras conciencias. Sin embargo, si el Señor lo considerara conveniente para evitar que un pecador multiplique crímenes, o que un creyente deshonre su nombre, incluso va a utilizar el terrible correctivo de la locura, esto sería preferible a la mala conducta. Dios lo determina así, como un Juez justo, y los ángeles en el cielo aplauden.
No es que el gran Dios necesite el consejo o la concurrencia de los ángeles, pero denota la solemnidad de esta oración. Este acto de juicio puede llegar por el pedido de los santos, el pueblo sufriente de Dios: cuando los oprimidos claman a Dios, él escuchará. Busquemos diligentemente bendiciones que nunca se nos puedan quitar, y especialmente cuidado con el orgullo y el olvido de Dios.
Así pues, cuando los hombres son llevados a honrar a Dios, confesando el pecado y reconociendo su soberanía, entonces, y no hasta entonces, pueden esperar que Dios los honre; no solo les devuelve la dignidad que perdieron por el pecado del primer Adán, sino que les agrega una majestad excelente, desde la justicia y la gracia del Segundo Adán (Cristo).
Concluimos entonces que, el Señor sabe cómo humillar a los que caminan en orgullo, pero da gracia y consuelo al pecador humilde y de corazón roto que lo invoca.
(MATTHEW HENRY)

¡Señor, enséñanos a ser humildes como Jesús!
Gracia y paz!